Muchas educadoras y educadores, padres y madres, cuidadores y otras personas implicadas en la educación de los pequeños han aconsejado o llevado a la practica el “déjale llorar”, “no le prestes atención”, “espera cada vez más tiempo antes de acudir a su auxilio”, …. Suele ocurrir cuando el niño tiene un berrinche o cuando no se duerme en su cunita. Pero es convenirte actuar así (o recomendar actuar así)?. Claramente les digo que esto es un grave error, por varios motivos:
– No podemos actuar de forma rígida sin conocer los motivos reales que llevan a ese llanto, puede ser que necesite cubrir alguna necesidad fisiológica (tiene hambre, sed, sueño, calor, frío, fiebre….), puede que sea un acto normal ante la ausencia de su madre y piensa que ésta lo ha abandonado (típico durante el periodo de adaptación, recordemos que hasta los 2 años aproximadamente el niño/a piensa que su persona de referencia y apego cuando se ausenta se ha ido para siempre), puede que tenga alguna frustración por querer algún objeto, no saber o poder hacer algo…
– Cuando dejamos a un bebé llorando se ponen en marcha los sistemas de alarma del cuerpo y segrega una serie de sustancias químicas y hormonales que apuntan hacia la amígdala, si no atendemos al niño/a la amígdala puede llegar a colapsarse pero como el cuerpo es sabio segrega opiáceos, endorfinas y serotoninas que provocan una baja del sistema de alarma por lo que el niño acaba agotado y durmiéndose por fuerza mayor.
Analicemos qué queremos conseguir cuando ignoramos el llanto de un niño:
A) Que aprenda que hay otros niños y no podemos atenderle solo a él. Claramente esto no lo entenderá porque aún tiene una visión egocéntrica de su mundo.
B) Que se calme y así lo atenderé. Cuando ha comenzado un berrinche no se frena enseguida, sino que el periodo de duración es largo y nuestra actitud puede empeorarlo o acortarlo.
C) Que se comporte bien, vamos como un niño mayor o un adulto, pero olvidamos que es un niño que vive muy intensamente sus emociones y que aún no las controla.
Pensemos qué queremos conseguir y analicemos si por una parte con esos métodos conseguiremos llegar al fin deseado y por otro lado pensemos si estamos estableciendo objetivos demasiado ambiciosos para unos niños pequeños que aun no poseen la empatia, la responsabilidad, normas básicas y cívicas,… que están comenzando su andadura dentro de su socialización.
Lo que obviamente conseguimos dejándole llorar solo y sin consuelo es:
– que piense que sus necesidades no son merecedoras de atención
– consecuentemente le llevará a tener baja autoestima y mermará su autoconcepto.
– Entenderá que nadie se preocupa de sus emociones y sentimientos y que no será importante trasmitirlo (primero lo hace con el llanto y luego con gestos y palabras).
– No formaremos un vínculo afectivo importante con el pequeño si siente que sus necesidades no son entendidas ni atendidas.
– El pequeño con la indefensión aprendida puede llegar a tener depresiones y ansiedad infantil.
Existen otros métodos más coherentes, asertivos, inclusivos y comprensivos que podemos poner en practica, pero siempre hay que tener en cuenta que los métodos y tácticas no son estáticas, dependen de varios factores entre ellos la situación y las características del niño/a, no todo funciona para todos y menos aún el ignorarle.
“Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite“. Rosa Jové